Obispo de Antioquia, martirizado en Roma (devorado por los leones) en tiempos del emperador Trajano (98-117). Se conservan de él las siete cartas que escribió camino al martirio. Pueden consultar la traducción protestante de las cartas de San Ignacio directamente de http://escrituras.tripod.com/Textos/EpIgnacio.htm la cual está basada en el libro “Los Padres Apostólicos, por J. B. Lightfoot. Editorial CLIE” En lo referente a la Eucaristía San Ignacio se presenta siempre muy claro y tajante. Llama a la Eucaristía “medicina de inmortalidad” y categóricamente expresa: “La Eucaristía es la carne e nuestro Salvador Jesucristo”. Condena vigorosamente a los docetas que afirmaban que Jesús no había tenido cuerpo verdadero sino solo aparente, y por este error, comenta San Ignacio, no querían tomar parte de la eucaristía y morían espiritualmente por apartarse del don de Dios.
A pesar de la evidencia, algunos protestantes han colocado el reparo de que San Ignacio también llama “carne” de Jesucristo a cosas que no lo eran en sentido propio. Por ejemplo en la carta a los filadelfios dice: “Adhiriéndome al evangelio como a la carne de Jesús” (c.5). Sin embargo, no es posible interpretar esa frase para inducir que San Ignacio pensara que el evangelio es la carne de Jesús, sino más bien que se adheriría a la una al igual que a la otra. En la carta a los filedelfios escribe: “a la [Iglesia] que saludo yo en la sangre de Jesucristo, la cual es mi gozo eterno e imperturbable”. Pero aquí tampoco es posible afirmar que hay sentido simbólico, sino más bien simplemente una metáfora. Así cuando se dice “La sangre de Cristo es mi gozo” nadie interpreta que quisimos decir “La sangre de Cristo significa gozo” En la carta a los Trales escribe: “Vosotros, revistiéndoos de mansedumbre, regeneraos por la fe, que es la carne del Señor, y por la caridad, que es sangre de Cristo” (c.8). Sin embargo nos comenta Jesús Solano que el hecho de que un autor use a veces una palabra en sentido simbólico, no se sigue que siempre la haya de usar en ese sentido. No menos de treinta y siete veces emplea San Ignacio la palabra “carne” o “sangre” y solo aquí la utiliza en sentido simbólico. En este caso el contexto es muy claro. Se sabe también por fuentes literarias que los docetas negaban la realidad de la carne del Señor, por tanto es ilógico pensar que cuando San Ignacio luego de condenar su doctrina, entienda al igual que ellos la carne en sentido simbólico, porque en este sentido no la negaban los docetas. La Didaché o doctrina de los doce apóstoles (60-160 d.C) Considerado uno de los más antiguos escritos cristianos no-canónicos, considerado incluso por mucho tiempo anterior a muchos escritos del Nuevo Testamento. Es recientemente cuando estudios recientes señalan una posible fecha de composición posterior no más allá del 160 d.C. Es un excelente testimonio del pensamiento de la Iglesia primitiva. La Didaché es muy tajante al afirmar que no todos pueden participar en la Eucaristía, ya que no se puede “dar lo santo a los perros”. Antes de participar exige confesar los pecados para que el sacrificio sea puro. Es un testimonio claro también de que la Iglesia primitiva ya reconocía en la Eucaristía el sacrificio sin mancha y perfecto presentado al Padre en Malaquías 1,11: “Pues desde el sol levante hasta el poniente, grande es mi Nombre entre las naciones, y en todo lugar se ofrece a mi Nombre un sacrificio de incienso y una oblación pura. Pues grande es mi Nombre entre las naciones, dice Yahveh Sebaot”
San Justino (165 d.C)
Mártir de la fe cristiana hacia el año 165 (decapitado), es considerado el mayor apologeta del Siglo II. San Justino mantiene el testimonio unánime de la Iglesia al confesar que la Eucaristía no es un alimento como tantos, sino que es “carne y sangre de aquel Jesús hecho carne”. A pesar de que San Justino tuvo que combatir las acusaciones que se hacían a los cristianos primitivo de comer carnes humanas, y a pesar de que para defenderse de las acusaciones hubiera podido alegar que la Eucaristía era un “símbolo” no lo hace, sino que profesa con absoluta claridad el realismo de que la carne y sangre de Jesucristo son alimento para los cristianos. Una de las obras célebres de San Justino es “Diálogo con Trifón”, el cual era un judío de la época. En esta, San Justino vuelve a dejar testimonio de la interpretación que tenía la Iglesia primitiva como el Sacrificio del que hablaba el profeta en Malaquías 1,11, y una interpretación completamente contraria a la perspectiva protestante que niega el carácter sacrificial de la Eucaristía y afirma que la Cena del Señor es un simple recordatorio. Un comentario importantísimo para el tema que nos acopia lo hace Jesús Solano en su libro “Textos Eucarísticos Primitivos” donde señala que San Justino con toda claridad excluye la permanencia del pan junto con la carne del Señor rechazando la consubstanciación. El paralelismo de ideas y de frase le lleva a decir que así como Jesucristo tuvo carne y sangre, así el alimento eucarístico tiene la carne y la sangre de Jesús; sin embargo, no dice eso, sino que, cambiando la construcción, escribe que el alimento eucarístico es la carne y sangre de Jesús (transubstanciación). Esta expresión excluye la permanencia del pan y en su sentido obvio indica el cambio, la conversión del pan en la carne del Señor. Lo confirma el empleo que inventa San Justino para la palabra “dar gracias”: hasta él había tenido sentido intransitivo; él la usa en pasiva: “alimento eucaristizado”, que al pie de la letra traduciríamos: “alimento hecho acción de gracias”. Esta pasiva tan dura inventada por San Justino, unida al cambio de construcción que acabamos de señalar, acentúa la nota de un cambio obrado en el alimento ordinario en virtud del cual el pan es ahora carne de Cristo.
San Ireneo (130d.C - 202 d.C) San Ireneo (obispo y mártir). Fue discípulo de San Policarpo que a su vez fue discípulo del apóstol San Juan. Celebre por su tratado “Contra las Herejías” donde combate las herejías de su tiempo, en especial las de los gnosticos. En la teología presentada por San Ireneo sucede los mismo que con San Justino, la certeza de que el pan y vino consagrados son cuerpo y sangre de Cristo es diáfana, y explícitamente afirma que “elcáliz es su propia Sangre” (la de Cristo) y “el pan ya no es pan ordinario sino Eucaristía constituida por dos elementos terreno y celestial” (Comenta Jesús Solano que San Ireneo no se refiere aquí a como está constituida la Eucaristía sino como llega a constituirse: el elemento terreno es “el pan” y el elemento celeste es “la invocación (epiclesis) de Dios” San Ireneo también deja testimonio de que en grupos herejes también se compartía la fe de la Iglesia de que el pan y vino realmente se convierten en cuerpo y sangre de Cristo, más que a ellos no les puede constar que el pan consagrado por ellos (los herejes) realmente lo sea porque ellos desconocen que Cristo sea el Verbo, hijo del hacedor del mundo. Les exhorta a o cambiar de parecer o dejar de ofrecer dicho sacrificio.
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Clemente de Alejandría (Mediados del siglo II – antes del 215) Nació hacia el año 150, probablemente en Atenas, de padres paganos; después de hacerse cristiano, viajó por el sur de Italia y por Siria y Palestina, en busca de maestros cristianos, hasta que llegó a Alejandría; las enseñanzas de Panteno (jefe de la escuela catequética de Alejandría, en Egipto) hicieron que se quedara allí. Hacia el año 202, la persecución de Septimio Severo le obligó a abandonar Egipto, y se refugió en Capadocia, donde murió poco antes del 215. Su conocimiento de los escritos paganos y de la literatura cristiana es notable; según Quasten, en sus obras se encuentran unas 360 citas de los clásicos, 1500 del Antiguo Testamento y 2000 del Nuevo, por tanto es considerado cronológicamente como el primer sabio cristiano .conocedor profundo no sólo de la Sagrada Escritura sino de obras las obras cristianas anteriores a él, e incluso obras de literatura profana. Clemente consideraba el cristianismo la realización más bella y el coronamiento de todos los elementos de verdad dispersos en la filosofía. Clemente de Alejandría es testigo de la práctica litúrgica de eucaristizar” según una norma fija de la Iglesia, el pan, y la mezcla de vino y agua, pero combate a los herejes encratitas que eucaristizaban el agua sola. Llama a la Eucaristía “oblación”, afirma fue figurada en el alimento santificado de vino y pan que dio Melquisedec. Afirma que hay un alimento de pan que es Jesús mismo, y el que come de ese pan no muere. Afirma que Jesús se da también en bebida de imortalidad. El texto más oscuro de Clemente sobre la Eucaristía se encuentra en su obra del “Pedagogo”. Afirma aquí que la Eucaristía es por sí misma vivificante y que da la inmortalidad; el Espíritu es quien produce esta vivificación, y este Espíritu es para Clemente el Espíritu que es la fuerza del Verbo, es decir, la naturaleza divina del Verbo. Sin embargo, distingue la sangre carnal del Señor con la que nos redimió, de la sangre espiritual (pneumática) “con la que hemos sido ungidos”, y que nos hace partícipes de la incorrupción. Por el contexto se ve que esta “sangre espiritual” es el Espíritu vivificador, y no es que insinúe Clemente la idea de que en la Eucaristía no está la verdadera Sangre del Señor. En segundo lugar, habla Clemente de la Eucaristía como “mezcla de la bebida (vino con agua) y del Verbo. La expresión no dice nada sobre la presencia real del Señor en la Eucaristía, sino que señala las causas que intervienen en la confección de la Eucaristía.
San Hipólito (murió mártir en el año 235) Se desconoce el lugar y fecha de su nacimiento, aunque se sabe fue discípulo de San Ireneo de Lyon. Su gran conocimiento de la filosofía y los misterios griegos, su misma psicología, indica que procedía del Oriente. Hacia el año 212 era presbítero en Roma, donde Origenes—durante su viaje a la capital del Imperio—le oyó pronunciar un sermón. Con ocasión del problema de la readmisión en la Iglesia de los que habían apostatado durante alguna persecución, estalló un grave conflicto que le opuso al Papa Calixto, pues Hipólito se mostraba rigorista en este asunto, aunque no negaba que la Iglesia tiene la potestad de perdonar los pecados. Tan fuerte fue el contraste que se separó de la Iglesia y, elegido obispo de Roma por un reducido círculo de partidarios suyos, fue así el primer antipapa de la historia. El cisma se prolongó tras la muerte de Calixto, durante el pontificado de sus sucesores Urbano y Ponciano. Terminó en el año 235, con la persecución de Maximino, que desterró al Papa legítimo (Ponciano) y a Hipólito a las minas de Cerdeña, donde se reconciliaron. Allí los dos renunciaron al pontificado, para facilitar la pacificación de la comunidad romana, que de este modo pudo elegir un nuevo Papa y dar por terminado el cisma. Tanto Ponciano como Hipólito murieron en el año 235. El Papa Fabián hizo trasladar sus cuerpos solemnemente a Roma y son honrados como mártires. San Hipólito es tajante en afirmar que se evite con diligencia que el infiel coma de la Eucaristía, ya que “es el cuerpo de Cristo del cual todos los fieles se alimentan y no debe ser despreciado”.
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Origenes (185d.C – 254 d.C) Orígenes fue padre de la Iglesia, teólogo y comentarista bíblico. Vivió en Alejandría hasta el 231, se pasó los últimos 20 años de su vida en Cesarea del Mar, Palestina y viajando por el imperio romano. Fue el mayor maestro de la doctrina cristiana en su época y ejerció una extraordinaria influencia como intérprete de la Biblia. Orígenes fue profundamente afectado por el martirio de su padre, Leonides, durante la persecución del emperador Severo en el 201. Completó su educación en Alejandría donde estuvo en contacto con gnósticos valentinianos. Unos años después estuvo bajo la influencia de platonistas alejandrinos como Ammonius Sacas. Orígenes enseñó que Dios, todopoderoso, providente y salvador, se conoce solo por medio de Jesucristo, tal como fue anunciado por las escrituras judías y testimoniado en el Nuevo Testamento. Jesucristo pre-existió como la Palabra (Logos) Eterna y es el origen de la creación universal. Las enseñanzas de Orígenes contienen también muchas especulaciones sobre temas en que la Iglesia de su época no se había definido. Algunas de sus ideas resultaron erróneas a la luz del desarrollo posterior de la doctrina católica. No por eso se puede negar la validez del resto de sus enseñanzas. Con respecto a la Eucaristía los escritos de Orígenes van en a misma línea que el resto de los padres. Al igual que Tertuliano muestra preocupación en que el pan y vino consagrados caigan al piso. Afirma que “así como el maná era alimento en enigma, ahora claramente la carne del Verbo de Dios es verdadero alimento, como Él mismo dice: Mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida”. En todos estos casos, Orígenes se refiere al “verdadero alimento” no como pan, sino como “la carne del Verbo de Dios”. Afirma también que recibir el cuerpo indignamente ocasiona ruina para sí mismos y se refiere a la celebración eucarística como “la mesa del cuerpo de Cristo y del cáliz mismo de su sangre”.
Sin embargo, comenta Jesús Solano, que Orígenes tiene un texto muy discutido que reproduciremos a continuación, el cual, aunque no es propiamente un texto eucarístico, él emplea la terminología Eucarística en sentido alegórico. Para quien conoce la pasión de Orígenes por relacionar entre sí texto de la Sagrada Escritura y por buscar alegorías en aquel ambiente de “gnosis” en Alejandría, no ofrece ningún serio problema acerca de la ortodoxia de Orígenes el que éste se exprese con semejantes alegorías. Sería injusto para con el escritor y anticientífico deducir el pensamiento eucarístico de Orígenes de uno u otro pasaje y no del conjunto de todos ellos. A pesar de haber tenido Orígenes numerosos adversarios, no hay noticia de que nadie le impugnase por su doctrina eucarística menos pura.
San Cipriano (258 d.C) San Cipriano nació hacia el año 200, probablemente en Cartago, de familia rica y culta. Se dedicó en su juventud a la retórica. El disgusto que sentía ante la inmoralidad de los ambientes paganos, contrastado con la pureza de costumbres de los cristianos, le indujo a abrazar el cristianismo hacia el año 246. Poco después, en 248, fue elegido obispo de Cartago. Al arreciar la persecución de Decio, en 250, juzgó mejor retirarse a un lugar apartado, para poder seguir ocupándose de su grey. De él se conservan una docena de opúsculos sobre varios temas del momento y, particularmente, una preciosa colección de 81 cartas, en las que da muestra de su extraordinaria clarividencia y energía en los asuntos referentes a la fe y a la vida de la Iglesia. Más que un hombre de ideas fue sobre todo un hombre de gobierno y de acción. Su doctrina coincide sustancialmente con la de Tertuliano, del que era lector asiduo y a quien consideraba como «maestro». Uno de los problemas que reclamó su atención fue la actitud que convenía tomar con los que habían cedido durante la persecución accediendo a ofrecer sacrificios a los ídolos. Muchos de ellos quisieron luego volver a la Iglesia, y ser participes de la Eucaristía. Los textos eucarísticos de San Cipriano son demasiado abundantes para comentarlos todos.
Firmiliano, Obispo de Cesarea (268 d.C)
Novaciano (mediados del siglo III) Era hombre erudito e inteligente, formado en la filosofía estoica, profesor de retórica, y con una gran reputación en Roma. Sus adversarios, que son casi nuestra única fuente de información, le dibujan como vanidoso. Es el primer teólogo romano que escribe en latín con gran elegancia, y a través de sus escritos se refleja un carácter algo parecido al de Tertuliano. Nos han llegado cuatro de sus obras. Conocemos el nombre de otros siete escritos, y que escribió muchos más. Afortunadamente se conserva el más importante de todos los que escribió, Sobre la Trinidad; en él recoge la doctrina tradicional, tal como la expresaron autores anteriores, pero con una mayor precisión y orden, y también de manera más amplia y completa; lo debió de escribir antes de su ruptura con la Iglesia. Las otras tres obras conservadas tratan de temas morales, expuestos con cierta extensión, y son Sobre los alimentos de los judíos, Sobre los espectáculos y Sobre las ventajas de la castidad. El extracto del escrito que reproducimos a continuación, cuestiona lo absurdo de que un cristiano vaya a los espectáculos paganos. Le parece sumamente reprobable la actitud de un cristiano que se atrevió a entrar con la Eucaristía en sitios indignos.
Conclusión Con esto doy por terminado este pequeño resumen de lo que la Iglesia enseñó durante los primeros 3 siglos. Sugiero profundizar en las obras mencionadas en la Bibliografía para mayor información. Ahora bien, si Santo Tomás de Aquino vivió del 1225 al 1274 d.C. venir a achacar al santo la invención de la transubstanciación es casi un chiste. Santo Tomás lo que hizo fue, por medio de esta terminología, explicar la conversión del pan y del vino eucarísticos, que sustenta la presencia real de Cristo. Lo que quiere Santo Tomás con esta teoría es responder a una cuestión central en la teología eucarística: ¿Como unir de modo claro la realidad visible significante (el pan y el vino) y la realidad invisible significada (el cuerpo y la sangre de Cristo)? Según Santo Tomás, las dos son preservadas en la enseñanza de la transubstanciación: Por una parte los accidentes del pan y del vino son los símbolos reales que significan la pasión y la resurrección de Cristo: lo que se ve es la realidad significante. Por otra parte lo que es invisible a los sentidos, la conversión del pan y del vino en el cuerpo y sangre de Cristo, sirve para conducir a los creyentes a la realidad significada, la presencia real de la persona del Salvador. Sto. Tomás entiende por substancia una cosa o una persona examinada en su ser intrínseco, dotada de una unidad y de una consistencia propias, hecha abstracción de sus cualidades y propiedades diversas. Un hombre, compuesto de muchas sustancias diversas (Sangre, huesos, tejidos...) es siempre una sola substancia. Por tanto Sto. Tomás quiere decir que en la Eucaristía hay un cambio de substancias en el sentido de que el ser intrínseco del pan y del vino, una realidad metafísica, no experimentable por los sentidos e invisible, se convierte en el ser intrínseco del cuerpo y de la sangre de Cristo. El cuerpo de Cristo no puede ser tocado o comido en su especie propia, sino solo en las especies sacramentales que lo ocultan a nuestros ojos y nuestra experiencia sensible. En resumen, aunque la Iglesia primitiva no utilizó la palabra “Transubstaciación”, creyó lo mismo que esta explica: Que el pan y vino consagrados SON el cuerpo y Sangre del Señor. Bibliografía Textos Eucaristicos Primitivos, Tomos I por Jesús Solano, B.A.C. Padres apostólicos, por Daniel Ruiz Bueno, B.A.C. Padres apologetas griegos, Daniel Ruiz Bueno, B.A.C. La Eucaristía en Santo Tomás de Aquino, por elescoliasta.org Las biografías de los padres y apologetas primitivos fueron tomadas de mercaba.org |
“20 Cuando, pues, os reunís vosotros, esto no es comer la cena del Señor.” “comer la cena del Señor” dista mucho del lenguaje con el que uno se pueda imaginar que se esté refiriendo a comulgar con el Señor, tener un encuentro con Él, o comentarios propios del lenguaje eucarístico. No, si comienzas a leer en 1 Corintios 10, que es donde Pablo comienza a desarrollar el tema que desemboca en el capítulo 11. Pablo comienza el capítulo 10 con una advertencia, en la que usa al antiguo pueblo de Dios, como ejemplo. (1 Corintios 10:1-5) No quiero hermanos que ignoréis, que nuestros padres estuvieron todos bajo la nube, y todos pasaron el mar; que todos en unión con Moisés fueron bautizados en la nube y en el mar, todos comieron el mismo alimento espiritual, y todos bebieron la misma bebida espiritual, porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y esa roca era Cristo. Pero de la mayoría de ellos no se agradó Dios, por lo cual quedaron tendidos en el desierto. Esto lo escribió Pablo a los Corintios, acerca de las carnes inmoladas a los ídolos, y Pablo les da un argumento basado en el Antiguo Testamento. Cuando Pablo habla de que “fueron bautizados”, está anticipando el Sacramento cristiano del Bautismo, en el que llega la liberación por medio del agua, ya que en el Antiguo Testamento vemos la figura y el prototipo de este. Lo mismo ocurre con el Sacramento de la Eucaristía, cuando se refiere a que “comieron y bebieron del mismo alimento y bebida espiritual”, la cual es el mismo Cristo. Lo que se dio a los israelitas entonces es comparativamente lo mismo que se nos da a los cristianos hoy, a través del bautismo y la eucaristía, porque ya sabemos que en el Nuevo Testamento Cristo no viene a abolir la Ley sino a darle cumplimiento perfeccionandola. Está claro que ya está hablando Pablo de 2 sacramentos. El misterio de la Eucaristía se encuentra luego en el verso 16. 1 Corintios 10:16. La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la Sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del Cuerpo de Cristo? Cuando comulgamos Cristo resucitado y glorificado viene a nosotros. Nos unimos a El (comunión), y no sólo a El, sino a todos los que comulgan el mismo pan. «La copa de bendición.» Nos hallamos ante una frase ya consagrada, procedente del judaísmo. Estas palabras eran la expresión más elevada para designar la cena pascual. A lo largo de la comida ritual, que se prolongaba varias horas, se escanciaban cuatro veces las copas. La más importante de todas ellas era la tercera, porque era entonces cuando el padre de familia o el que presidía la mesa pronunciaba la oración de acción de gracias o de bendición. Estaba, pues, por lo mismo, adornada con guirnaldas. En épocas posteriores se cerraron también de parecida manera, con oración de acción de gracias y con una «copa de bendición», otros banquetes solemnes. El hecho de que Pablo pueda dar por conocida esta práctica, es un indicio seguro de que ya la primitiva Iglesia de dentro y de fuera de Palestina había hecho suyo este lenguaje para designar con él la eucaristía. «...que bendecimos». ¿Para qué esta reduplicación? ¿Tal vez para distinguir el cáliz cristiano de las copas de los judíos y acaso también de las de los paganos? No es indispensable ver en esta frase una alusión a las palabras de la consagración; pero con estas breves sentencias no se significa prácticamente nada más -y nada menos- que la oración eucarística de la Iglesia, con la que ella hace lo que el Señor ya hizo: «dar gracias (bendiciendo)». El hecho de que aquí no diga eukharistoumen, sino eulogoumen, apenas establece diferencias. Ambos vocablos se usaron durante mucho tiempo con el mismo significado. Aquí estaba más indicado el segundo, dada la expresión ya acuñada: copa de bendición (eulogia). «¿No es participación en la sangre de Cristo?» Mediante el acto de la bendición eucarística, el contenido del cáliz se ha convertido en la sangre de Cristo. Esta copa es, para todos los que beben de ella, participación en la sangre de Cristo. Acaso podría decirse algo más: participación comunitaria, comunión con alguien mediante la participación en algo. Muchas traducciones dicen aquí: «comunión en el cuerpo de Cristo». Por mucho que se pretenda hoy día dar preferencia al concepto de comunión, en razón de su contenido personal, la verdad es que no ofrece una buena conexión lógica con la «sangre de Cristo». Es bien cierto que al beber la sangre de Cristo se establece la comunión con Cristo. Pero lo que aquí aparece en primer término, lo que sucede sacramentalmente -es decir, de modo visible- es algo objetivo, es «un tener parte en». Para Pablo lo espiritual personal era tan evidente que no necesitaba acentuarse. «El pan que partimos ¿no es tener parte en el cuerpo de Cristo?» Existe un paralelismo innegable entre este versículo y el precedente. «Partir el pan» no es originariamente una designación aplicada en exclusiva al banquete eucarístico. Pero el sentido paralelo parece indicar ya una evolución en este sentido. ¿Por qué se ha puesto primero la afirmación de la copa? Probablemente porque la base de la argumentación enlaza mejor con la frase sobre el pan. CALIZ/BENDICION Los judíos llamaban "cáliz de la acción de gracias" o "de la bendición" a la copa que, una vez bendecida dando gracias a Dios, se pasaba en la última ronda entre los comensales para concluir las comidas o banquetes rituales. Este fue precisamente el cáliz que bendijo el Señor en la ultima Cena dando gracias al Padre y que pasó después a sus discípulos para que bebieran de él. El cáliz de nuestra Acción de Gracias es el cáliz de la sangre de Cristo. Cuantos beben de ese cáliz entran en comunión con Cristo y se comprometen juntos en el único y verdadero sacrificio. También "el pan que partimos" se refiere al pan eucarístico (la eucaristía se llamó desde el principio "fracción del pan" , en el que recibimos el cuerpo de Cristo. La expresión "cuerpo de Cristo" se refiere aquí al cuerpo de Jesús entregado por todos los hombres en la cruz, se refiere al cuerpo de Cristo que recibimos en la eucaristía. Cuantos participamos del cuerpo de Cristo nos incorporamos a Cristo y a su misión y formamos juntos un solo cuerpo, esto es, una comunidad de vida, que es la Iglesia. 1 Corintios 10:17. Siendo uno sólo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo, pues todos participamos de aquel mismo pan. «Porque en un solo pan somos, aunque muchos, un solo cuerpo.» ¡Sorprendente giro! Se hablaba del pan y del cuerpo, del pan que en la celebración eucarística se hace cuerpo de Cristo. Pero ahora, de súbito, se pasa de un cuerpo a otro cuerpo, o mejor dicho, se hace ver que, mediante esta celebración, Cristo no sólo recibe un cuerpo bajo la figura de pan, sino también un cuerpo bajo la forma de comunidad, de Iglesia; más aún, que la forma de pan que toma el cuerpo se ordena propiamente a hacer real y visible la Iglesia como cuerpo de Cristo. Ambas significaciones y realidades del cuerpo se encuentran en el acontecimiento eucarístico, en que, a partir de un pan, los muchos no sólo reciben su parte, sino que, por la recepción de esta parte, se convierten de misteriosa manera en aquel todo que es el cuerpo de Cristo. Pablo opone banquete pagano a banquete eucaristico, el sacrificio a los ídolos frente al verdadero sacrificio de Cristo en su Cuerpo y su Sangre, y hace énfasis en que en la mesa de los demonios no está Cristo presente, mientras que en la cena del Señor, si está presente Cristo, por eso dice: 1 Corintios 10:21. No podéis beber la copa del Señor y la copa de los demonios; no podéis participar de la mesa del Señor y de la mesa de los demonios. Está claro que los primeros cristianos tenían una certeza de que Cristo estaba presente entre ellos por el pan y el vino que compartían. La comunión del Cuerpo de Cristo y de la Sangre de Cristo. El primer efecto de la Eucaristía es unirse a Dios El segundo efecto de la Eucaristía es unirnos unos a otros Por la Eucaristía todos nos convertimos en un mismo cuerpo. Si no estuviera Cristo presente realmente en la Eucaristía, no podríamos ser un mismo Cuerpo en Cristo. Esto se expresa en la caridad fraterna y en el amor, el compartir, etc. Esa unidad en la caridad es la que estaba en peligro en Corinto, según leemos en el capítulo 11. El pan partido y repartido simboliza que comulgamos del mismo pan para expresar que recibimos al mismo Cristo. No hay un Cristo para unos y otro Cristo para los demás. |
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